Un hecho que otorga placer a la vida es, precisamente, encontrar seres que aman eso llamado “vida”, que narran sus experiencias como una aventura, tal vez con nostalgia y un toque de pasión. Entre esas personas se encuentra, sin lugar a dudas, Ildemaro Torres, quien junto a su esposa Sonia Hecker nos regaló en días recientes una velada hermosa y repleta de emoción.
A sus 83 años de edad, Ildemaro Torres recuerda con su mirada lejana el vasto mundo universitario al que dedicó su vida entera. Nació en un pueblo del estado Sucre, al que regresaría años más tarde para fundar la Escuela de Medicina de la Universidad de Oriente (UDO). Médico de profesión, todavía disfruta rememorando sus tiempos de estudiante, cuando escribía en El Nacional a la par que dibujaba planos de anatomía en los eternos pasillos de la Universidad Central de Venezuela. Fue justo allí, en “la casa que vence la sombra”, donde –tal como lo recita Laureano Márquez en su Credo Ucevista– pudo decir: “Creo en la dicha que florece a la sombra de las horas azules del reloj, ya que allí descubrí el amor”.
Sonia, su esposa desde hace más de cincuenta años, también es médico y juntos disfrutaron el teatro, el Orfeón Universitario y varias décadas de docencia. Cuando se le pregunta cuál es su secreto, Torres confiesa un poco ruborizado: “El amor por lo que amamos fue lo que nos unió, la pasión por el arte, el teatro y sobre todo por la universidad, siempre hemos vivido para la universidad”. También destaca la maravillosa manera en la que ella toca el piano, algo que sin duda lo cautivó.
El noble ejercicio de la enseñanza es un placer que no todos encuentran en la vida, pero Ildemaro Torres es uno de los afortunados. Al preguntarle por los recuerdos que lo hacen sentir pleno, él no piensa en los premios físicos ni en las condecoraciones, tampoco en sus libros, viajes ni en sus innumerables ilustraciones. Su respuesta inmediata, franca, directa y sin titubeos es: “Hay varias promociones universitarias que llevan mi nombre”.
Sencillo, humilde, con una mirada curiosa que pareciera descubrir nuevamente el mundo con cada parpadeo, busca la mano de su esposa para que confirme su palabra. “Sí, varias promociones llevan mi nombre y también el de ella”. Sonia Hecker comenta que eso es lo que los hace felices, haber dejado su grano de arena en más de tres generaciones, haber sembrado en Venezuela.
Además de la docencia, Torres también se ha destacado como escritor. Ha escrito artículos de investigación científica sobre neurología en renombradas revistas venezolanas y del exterior, así como diversas obras de las ramas humanísticas, entre las que se destacan Chile, de Allende a la Junta Militar; Zapata; Ernesto Cardenal en Solentiname; Aquiles Nazoa inventor de mariposas y El humorismo gráfico en Venezuela, esta última, producto de su estudio sobre la evolución del género en el país.
Refiere anécdotas del trabajo junto a su colega, el doctor Miguel Pérez Carreño, epónimo de uno de los hospitales más importantes de la ciudad de Caracas. Con el tiempo, debido a su don artístico, Torres ilustró algunos de los libros de cirugía publicados por Pérez Carreño.
Ildemaro Torres ha sido Director de Cultura de la Universidad Central de Venezuela, colaborador de El Nacional, miembro principal del Consejo Directivo de la Fundación Celarg, Presidente de la Fundación Cinemateca Nacional y del Fondo de Fomento Cinematográfico (Foncine). Es además Presidente Honorario de Espacio Anna Frank, organización a la cual ha sumado sus esfuerzos desde sus inicios hasta hoy.
Cuando se le inquiere sobre su motivación para pertenecer a Espacio Anna Frank, Torres habla de la coexistencia como una necesidad más vigente que nunca, no solo en Venezuela sino en todo el mundo, y el papel de los jóvenes como pieza fundamental para construir un país libre, armonioso, próspero y rebosante de valores. No mira el pasado con nostalgia, sino que pone sus ojos en el horizonte convencido de que vale la pena luchar por Venezuela.
Melanie Ventura | Coordinadora del Área de Visiones de Coexistencia