Estamos reunidos en este recinto prodigioso que es el Aula Magna de la “Casa que vence las sombras” con la finalidad de apreciar la ópera Brundibár ―compuesta por Hans Krasá y escrita por Adolf Hoffmeister― como lo hicieron los judíos deportados a la ciudad llamada Terezín en la antigua Checoslovaquia. Vamos a escuchar las composiciones que ellos escucharon y a seguir las peripecias de Anita y Luisín, quienes junto a un gorrión, un gato, un perro y los niños del pueblo lograron vencer las penurias de la miseria impuestas por un hombre vil llamado Brundibár. Ubicados en nuestros asientos viviremos emociones similares a la de aquellos espectadores expulsados de sus hogares y segregados por su raza y religión. Desplegados en el escenario, los artistas comprometidos con el evento de hoy cantarán, actuarán y tocarán sus instrumentos guiados por un espíritu de humanidad y amor hacia el arte similar al de los hombres, mujeres y niños encerrados tras las murallas de Terezín. La mayoría de aquellos espectadores y artistas judíos no lograron sobrevivir. Sin embargo, los motivos por los cuales sufrieron y murieron sí, y el testimonio de su lucha por mantenerse dignos y libres a pesar del horror también.
No podemos volver atrás en el tiempo para salvarlos o agradecerles personalmente habernos otorgado este testimonio de lucha, libertad y amor por la vida que es la ópera Brundibár. Sin embargo, tenemos la oportunidad de reivindicarlos y continuar su legado. Y esto es posible si aprendemos las lecciones atesoradas en el mensaje musical y nos comprometemos con la paz, la solidaridad, la convivencia y la justicia.
Visitar los testimonios del pasado, tal como hacemos hoy en esta ópera, no tiene por finalidad perpetuar la nostalgia o quedar paralizados frente a la crueldad sino mantenernos activos aprendiendo de nuestros aciertos y errores, adiestrarnos para estar atentos a las acciones del presente y convertirnos en mejores seres humanos. Esa es la misión de Espacio Anna Frank, también de los artistas y de la universidad. Es la meta de la cultura, tal como lo expresó hace unos años la escritora vasca Luisa Etxenike: «La cultura no es una actividad del tiempo libre; es lo que nos hace libres todo el tiempo».
Ustedes, niños y adultos reunidos en el Aula Magna de nuestra Universidad Central de Venezuela para presenciar el montaje de Brundibár, bajo las hermosas nubes de Alexander Calder, no son espectadores. Hoy somos todos promotores de la coexistencia y de la memoria de los oprimidos. Formamos parte del extraordinario grupo de músicos y actores que en pocos minutos llenarán este escenario. Se lo debemos no solo a los niños y artistas del gueto de Terezín sino a quienes actualmente son víctimas de la injusticia y siguen luchando por la paz y la libertad. Hoy la ópera del maestro Hans Krasá nos ofrecerá, al menos tres lecciones con las cuales podemos contribuir, junto a Espacio Anna Frank, a la construcción de un mundo mejor:
1. La solidaridad es la base de la supervivencia y el bien común.
2. La libertad es una hazaña colectiva, no depende de un individuo sino del esfuerzo de todos.
3. Aunque estemos sometidos a la injusticia, la miseria y la maldad el arte nos hará dignos y nos permitirá reencontrarnos con la belleza y los valores humanos.
Estamos aquí gracias a quienes no perdieron la fe en la vida y la humanidad. Cada paso dado en la dirección señalada por los que sufrieron y continuaron luchando para ser libres es una ganancia. El poeta hindú Rabindranath Tagore dejó en sus escritos una pregunta aún vigente en el siglo XXI: “¿El trabajo de la noche no será útil al amanecer?”. El trabajo hecho por Hans Krasá, Adolf Hoffmeister y los niños de Terezín en la oscuridad de la guerra fue útil en el amanecer de la paz. Y es esa labor luminosa la que conmemoramos hoy.